Cuántas veces te quedaste diciendo ¡Ah!

El otro día, haciendo la ruta convencional de tiendas a las que suelo ir los fines de semana, me encontré una imagen de nuestro tiempo: un hombre tirado en la calle pidiendo algo para salir de su miseria.

Pero cual fue mi sorpresa, que ese hombre era de Asturias, "tierra de príncipes y de reyes". Tirado en una calle prácticamente empapada, con su maleta, su humilde cartel, pedía un trabajo del que subsistir y una casa donde vivir y decía ser un hombre muy preparado.

No obstante me paré a escuchar su historia, de principio a fin y le di un óbolo para que lo gastase en lo que más conviniera.

Fue la historia más sensata que me han contado en mi vida, en ese momento entendía A.M.C como "la luz de la lámpara".

Cuando la luz de una lámpara brilla dentro de una habitación, la habitación se ilumina a pesar de que el exterior esté a oscuras. Cuando se coloca la lámpara en el exterior, se ilumina el exterior y el interior permanece a oscuras.
Al observar esto me doy cuenta de que este es el Tao del uso adecuado de la iluminación.
El intelecto y el conocimiento de los hombres funcionan como la luz de una lámpara. Si por equivocación se utiliza esa luz en el exterior de forma controvertida y agresiva, con el objetivo de alcanzar fama y dinero, tramando y maquinando día y noche, pensando mil cosas, imaginando diez mil quimeras, yendo en pos de objetos artificiales y perdiendo la fuente original, llegará un momento en que el cuerpo resulte dañado y se pierda la vida.
Si los hombres abandonan la artificialidad y vuelven a lo real, rechazan la intelectualidad y la inteligencia, consideran la vida esencial como lo único importante, practican la conciencia interior, perfeccionan el yo y dominan la mente, contemplan todas las cosas con desapego, de modo que todo lo existente esté vacío de totalidad, no se ven afectados por las cosas externas ni se sienten influidos por las experiencias sensoriales, y son luz por dentro y oscuridad por fuera, entonces podrán aspirar a la sabiduría y alcanzar la iluminación.
La luz que no deslumbra avanza hacia la noble iluminación; por eso hay un proverbio clásico que dice: "El gran sabio da la impresión de ser ignorante, el gran experto parece un inepto" (Liu I-Ming; La luz de la lampara).

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