Entornos cafeínicos (diálogos ficticios)

A continuación, es mi intención que conozcáis parte de uno de mis diálogos ficticios preferidos, cuyo autor es Voltaire, en uno de sus Opusculos: "Los antiguos y los modernos". Los protagonistas son Tulia (hija de Cicerón), el "Duque" y un "Sábio".

"Sabio (que asistía a la toilette, tomó entonces la palabra y dijo a Tulia, sacando un libro del bolsillo): Aún os asombraréis más, señora, cuando sepáis que este libro no ha sido escrito a mano; que ha sido impreso poco más o menos como esas estampas, y que este invento eterniza también las obras del espíritu.
El sabio ofreció su libro a Tulia; era un tomo de versos para la marquesa: Tulia leyó una página, admiró los caracteres y dijo al autor:
Tulia: Señor, la imprenta es una hermosa cosa; y si logra inmortalizar semejantes versos, me parece el mayor esfuerzo de ese arte. ¿Pero habréis empleado, por lo menos, este invento para imprimir las obras de mi padre?
Sabio: Si, señora; pero ya no se leen. Lo siento por vuestro padre; pero hoy día de él sólo conocemos el nombre.
Trajeron entonces chocolate, té, café helados. Tulia se quedó asombrada al ver, en verano, crema y grosellas heladas. Le dijeron que aquellas bebidas heladas habían sido preparadas en seis minutos por medio del salitre de que se las había rodeado y que aquella fijación y aquel frío congelante se habían producido por medio del movimiento. Se quedó pasmada de admiración. El color oscuro del chocolate y del café le inspiraron cierta repugnancia; preguntó de qué modo se habían confeccionado aquellos licores con plantas del país. Un duque y par que estaba en el tocador le respondió:
Los frutos de que están hechas estas bebidas proceden de otro mundo y del fondo de Arabia.
Tulia: Por lo que respecta a Arabia, la conozco; pero jamás había oído hablar de eso que llamáis café; y con respecto al otro mundo, sólo conozco aquel del que vengo: os aseguro que en ese mundo no hay chocolate.
Duque: El mundo de que os hablan, señora, es un continente llamado América casi tan grande como Asia, Europa y África juntas, y del que tenemos noticias mucho más ciertas que de aquel del que venís.
Tulia: ¡Cómo! ¡Nosotros que nos llamábamos los dueños del universo, habremos poseído tan sólo la mitad! Es humillante.
Sabio (molesto de que a Tulia le hubiesen parecido malos sus versos, le replicó con brusquedad): Vuestros romanos, que se vanagloriaban de ser los amos del universo, no habían conquistado la vigésima parte. Tenemos ahora, en un extremo de Europa, un imperio que, por sí solo, es más vasto que el imperio romano; y que, además, está regido por una mujer que es más inteligente que vosotros, y que usa camisas. Si leyese mis versos, estoy seguro que le parecerían buenos.
La marquesa mandó callar al sabio que estaba faltando al respeto a una dama romana, a la hija de Cicerón. El duque explicó cómo se había descubierto América y, sacando su reloj, del que pendía graciosamente una pequeña brújula, hizo ver a Tulia que se había llegado al otro hemisferio por medio de una aguja. La sorpresa de la romana iba en aumento a cada palabra que le decían y a cada cosa que veía; finalmente exclamó:
Empiezo a temer que los modernos llevan ventaja a los antiguos; vine para ilustrarme y me parece que voy a llevar tristes noticias a mi padre"

Para que os hagáis una idea, América ya estaba en la mente de los franceses antes de lo que pareciera, los españoles somos en cierto modo Arabia (por muchos, especialmente para Voltaire), el conocimiento de los antiguos siempre es escaso pero revelador, los modernos siempre han apreciado la técnica, que hoy día (como predisponía este hombre), llevan a la grandeza de América y la contestación de Rusia (siglos anticipada).

Por eso siempre digo... ¡Una de tantas tablas!

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