Diadochos

El otro día, un amigo me confió que no sería capaz de dar su voto a nadie, ya que todo el mundo incumplía su palabra. Lo que muy pocos sabrán, es que junto a las palabras más infernales se encuentra la esencia de la desconfianza.
Muchas veces, la misma esencia de la república o la democracia, se encuentra salpicada de dibuccino o de divulgaciones, cada vez más afanadas en orientar, a un lado o a otro una determinada actuación. Pero esto, no es nuevo, ya que la misma esencia de la democracia, muchas veces, no es el voto, sino lo que hay detrás de él. Y es ahí donde el ciudadano medio pierde. Pero pierde porque no sabe como dirigir su vida a la democracia, que ya de por si, es una expresión, no solo de la voluntad popular, sino de nuestra propia voluntad.

Hay un termino latino que alude todo esto, devoveo. Cicerón lo definía como: votar, ofrecer o prometer con voto, al mismo tiempo que lo ponía en pos del sacrificio de la república. Ovidio lo definió, no obstante, como una maldición o algo destestable. Tibulio, lo definió como un encanto, una ligazón o un hechizo. Curtio, como una condena de muerte. Y por antagonía, Julio Cesar, lo veía, como un darse todo o dedicarse a la amistad de alguno.

Lo cierto y verdad es que, como el titulo de esta entrada, que vuelve a aludir a una piedra, la democracia y la república, son un método más o menos inocuo de gobierno que bajo el manto de una ilusión o no, nos permite decidir, por donde ha de discurrir nuestras capacidades, con respecto a nuestros vecinos.



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