Motus

No en balde, si describiéramos todos los momentos redondos que hayamos experimentado, estos serían en activo y el mejor resultado, un placer. Pongamos por ejemplo, la primera vez que encestaste una canasta al baloncesto, seguramente tiraste más de dos veces y erraste. En uno de tantos intentos acertaste y fuiste feliz por un instante. Si no te ha parecido suficientemente bueno el ejemplo, piensa en lo que sufriste en el último examen que sacaste más de un siete. Seguramente por un segundo, por todas las dificultades escritas que tuviste, fuiste feliz.

Así es, la felicidad es al movimiento, lo que el punto y final es al escrito.

Pero inevitablemente surge la duda, ¿qué te merece más la pena, el movimiento o la felicidad? ¿quién busca la felicidad instantánea? ¿Cuál es el razonamiento más lógico?

La felicidad es un momento, el movimiento es eterno. Puesto que el movimiento es eterno, solo los desesperados buscan la felicidad a cualquier precio.

Nevermore (Juan José Domenchina).

Ala de sombra, un cuervo -que crascita
Nunca- repite su áspero graznido
a través de mi día mal vivido
y de mi noche a solas, infinita.

En su agorera convicción imita
mi doble desaliento persuadido
de que nunca la tierra que he tenido
podrá tenerme en pie, que está proscrita.

Nunca... Pico de grajo, el pensamiento
-Corvo, corvino- escarba... Lo que siento
Sólo puede decirse en ese nunca.

-cuervo de negra luz, empobrecida
pitanza, interminable despedida-
que tiene el nombre de mi nombre: Nunca.

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