¿Qué tiene de bueno ser de una generación?

Absolutamente nada bueno. Es solo una perspectiva más desde la cual mirar las cosas de una manera rancia y conveniente.

Si bien es obvio que no me voy a casar con una mujer de 12 años o algo por el estilo, también es menos obvio que tenemos la facultad o la bendición (algunas veces) de olvidar. Y si bien es bueno esto último, más deseable es la salutación de todos los seres vivos con los cuales compartes espacio, llámense personas.

De mi generación, si es que puedo decir algo bueno de lo que conozco de ella hasta el momento, es que es una generación absúrdamente materialista y pírricamente perfeccionista.

No hay persona que coja, de mi quinta, que no encaje en estas dos ascepciones. Aterra, todo lo que tenga que ver con lo duradero. Mientras que todo lo que tenga que ver con los valores y el autoesfuerzo que no sea onanistamente mental, no interesa.

No son de los que se pueda decir "de los míos déjame decir, pero no me dejes oir". Y es que, o lo dicen todo o no dicen nada.

Mi generación es una generación absúrdamente violenta. Y esta elocuente enseñanza puede decirte mucha verdad: "El Tao engendra el Uno. El Uno engendra el Dos. El Dos engendra el Tres. El Tres engendra a todos los seres del mundo.
Todo ser lleva sobre la espalda la oscuridad y aprieta en sus brazos la luz: el soplo indiferenciado constituye su armonía.
Lo que repugna a los hombres es ser huérfano, viudo, indigno de comer: y, sin embargo, los príncipes y los duques no se llaman de otra manera. El que disminuya crecerá; el que se crezca disminuirá.
Enseño esto después de otros: El hombre violento no tendrá una muerte natural. ¡Qué el que lo ha dicho sea mi maestro!" (Tao-Te Ching XLII).

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