No te glorifiques

Dícese de los que pierden el tiempo, que nunca lo vuelven a recuperar. Que los que atraen infortunios no saben atraer otra cosa. Pero ¿y los que se glorifican? Los que se glorifican no saben por donde andan.

Para dominar un arte no hace falta ser un maestro, lo que da la cualidad de maestro es la calidad de sus seguidores, no solo la de sus enseñanzas. Dar la sensación de saber algo no te convierte en sabio, de lo mismo que ser sabio no te garantiza el saber algo.

Hecha la introducción, voy a decir que hoy por hoy me siento un hombre afortunado, he tenido la suerte de nacer en una época en la que no hace falta que te glorifiquen para ser glorioso, pero como bien he dicho antes, los que son glorificados no saben por donde andan.

Por eso voy a tratar de ser más abierto y más sincero sobre este tema, ¿qué pasaría si un buen día te levantaras y comprobaras que ya no quieres hacer nada, que te conformas, que no sale de ti mover un dedo. Pasaría, que las faenas se te irían amontonando una tras otra hasta que tuvieras que hacer algo al respecto.

Eso, en una buena duda figurativa se traduce en: ¿y si te levantases un día y no te dejaran hacer nada? Por lo tanto, ¿no hacer nada es lo mismo que hacerlo todo? Yo no lo creo así, el día que te levantes y no tengas que hacer nada, será el día más triste de tu existencia. El día en el que no tengas nada ante lo que correr, el día en que no tengas nada en lo que pensar, el día en el que todo este bien, será un aburrimiento. Seguido de ese aburrimiento vendrá la ponzoña de la indecisión, el regomello y la desazón.

Tenía pensada una gran exposición filosófica a cerca de porqué no debes de actuar de manera dejada, pero os invito a vosotros a comprobar cuanto daño os hacéis a vosotros mismo con la forma de pensar tan rápida y vividora que tenéis, para que os deis cuenta de que llegar el primero conlleva, además la decisión en firme de llegar el primero y primero, soportar el desánimo y la falta de motivación.

Por eso pido, que una vez que os pongáis a tratar con algo o alguien, si no hay prisa, dejéis su tiempo correr para evitar, que lo siguiente que os ocurra, se demore y perdáis la forma.

Porque no hay nada peor que sentirse desocupado.

¡Queda dicho!

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