Crónicas de un empalado

"J" era un chico al que le gustaba la sinceridad, amaba el roce de la sudadera con los sugerentes pechos de su chica, cualquier persona normal no lo vería, pero un buen buscador de internet ya lo habría catalogado dentro de algún grupo común, en un grupo de voyeurs sería todo un iniciado, a cualquiera le podría parecer un chovinista si no fuera declaradamente ateo; "los mejores ateos son de izquierdas" le decía su padre y el muchacho pensaba, como buen ateo, que no creía ni en las palabras de su padre. Solo tenía en mente ruidos de cremalleras abriéndose: las de sus pantalones, las de la sudadera de su novia, las de su cartera... y así un sin fin de otras tantas.

Este chaval no tenía parangón, era un devorador de oportunidades un experto en las formas paganas, hasta que se encontró con lo que él denominó, para los restos, como "el rayo". El rayo fue para él, un momento en la cama, que destrozaría toda su forma, como una desfiguración espontánea del cielo, pero el no lo notó con premura, ¡se había convertido en una cremallera!

Muchos de vosotros pensaréis, a estas alturas ¡qué inocente! Se ha transformado en una cremallera y has venido a hablarnos de empalados y cosas sangrientas, pero os digo, gente de Anl: que no toda la violencia proviene del acto violento, que el acto violento en si mismo, lo es, porque está sociálmente bien aceptado como tal y tu costumbre lo acepta. Piensen en el que escribió que los ojos no se pueden comer, seguramente pensaba en los suyos, pero sin embargo, tu estás delante de algún dispositivo móvil y no te asusta dejarte la vista para leer las actualizaciones de la esfera de datos, sin embargo no te has parado a pensar que todo lo que lleva cremallera es susceptible de parecer empalado.

La cremallera es la desunión de la derecha y la izquierda, o la vuelta a la unión de estas y a la postre, de la vuelta a la vida o la connivencia con el problema en cuestión.

Pero volvamos al relato, ya que "J", después de "el rayo", se planteó que tenía un problema, que lo que le atraía de las cremalleras era su descenso, no su ascenso, ya que en su ascenso podían haber problemas de espacio y es obvio, con la bajada de la cremallera siempre hay espacio para todo, menos para la imaginación.

Os estoy hablando desde el futuro de "J", tiene 10 años más y la solvencia económica le apremia a él y a su querida, desde "el rayo" no volvió a ser el mismo, la remarcada holgura con la que hacía su vida cejó, se había dejado vencer tanto, que ya no tenía capacidad de seguir apretando en su vida. Su estado era lamentable, triste para todos. Era un hombre que no se atrevía a soltar, era un "empalado" y para colmo de males, ya no le servía subir la cremallera, la cual se subía, ahora, con relativa facilidad, tenía otro agujero que no se podía subir, el verdadero agujero de "el rayo".

Los años fueron terribles para "J" y su querida se fue para no volver.

Un buen día, con la esperanza casi consumida, encontró a una mujer, una humilde costurera de disfraces, no tenía atributos para seducirle, pero a "J" no le importaba en absoluto, se fijó en su originalidad y se hizo un disfraz con él.

"J" nunca volvió a bajarse la cremallera sin que antes lo dijera la costurera. Y "el rayo", se difuminó hasta cargar el ambiente de magia estática.

"J", era un bonito traje.


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