El móvil por la cara

A todos nos ha sucedido o hemos sido parte alguna vez en la vida de un intercambio de móviles, la situación es generosa cuanto menos, pero no me negaréis que a la vez genera un cierto halo de incomodidad por las dos partes, que fingen un mutuo acuerdo de voluntades a la hora de intercambiarse contactos para hablar.

Este intercambio será más o menos incómodo a la par que conozcamos a la otra parte y a su vez, este intercambio de móviles hace que seamos un poquito más esclavos de la otra parte.

Curiosas fueron las reacciones más antiguas que yo recuerdo, a lo largo de mi vida, a la hora de intercambiar números. Por números podemos entender los intercambios de ideas y palabras en Facebook o Whatsapp, una foto en Instagram, la lectura de tu curriculum vitae en Linkedin o la lectura y escritura de este blog. Seguramente tu me dirás: ¡Insensato! ¿cómo puedes decir que genera incomodidad el hacer una cosa que haces a diario? Para responder a esta pregunta atendamos al momento de la venta, ya que curiosamente mientras escribía estas lineas se presentaron en mi casa dos comerciales de una compañía de teléfonos, internet y derivados. Lo primero que te pregunta esta gente, es si está el titular de la linea en casa, pero tu ahí dudas y las dudas más habituales que se suelen tener son:
        1º)  ¿Cuántos megas de banda ancha?
        2º)  ¿Cuántos minutos para los móviles y los fijos?
        3º)  ¿Router?
        4º)  ¿Cuánto dinero me va a costar? (normalmente sin tener ni idea de como se financia esa empresa).
        5º)  ¿Hacen falta instalaciones?

Pero una duda que nos debe de asaltar a todos en este tipo de contratos y que nos debería de entrar en mollera, sería: ¿Cuánto seré de esclavo para esa compañía o cualquiera otra relacionada? No es tan obvio que nos hagamos esta pregunta, ya que por lo general, y bien demostrado queda en estos primeros compases vitales en este mundillo, la gente no sabe distinguir entre público y privado, lo cual es un error garrafal de calculo. Porque al tener en cuenta lo público como privado vendemos nuestra intimidad y al tener lo privado como público vendemos nuestro trabajo por una miseria.

Entonces, ¿cuál sería el punto medio? "No hay punto medio", ese debe de ser el lema que impere, la psicología de la dominación por medio de los números ha de desaparecer, ya que más allá de la comunicación superficial (muy superficial) de los textos, las fotos y las llamadas (o vídeo-llamadas), no hay vida tras de esas imágenes aparentemente vivas.

Lo que hay es un elemento de dominación y no de ruptura de esta, que es todo lo contrario que prometen todo este tipo de tecnologías tan modernas. Es como un cotilla o un espía en tu vecindario, pero sin la posibilidad de saber de este o de aquel y la verdad es que a todas luces, todos sabemos donde han terminado todos los cotilleos a nivel global.

A la sombra de esta nueva ciber-dominación, más que adalides han surgido caciques, que a pequeña o gran escala se dedican a decidir sobre tu vida y milagros (o pecados y penas) de una manera cuasi-perfecta poniéndolo todo bajo medios digitales. Esto sería loable en todos los sentidos de la palabra si cumpliera con dos cosas básicas:
        -Si hubiese justicia en la organización (entendida como equidad apreciada)
        -Si, como se dijo hace mucho tiempo, los sistemas no tendieran a la degeneración por el anquilosamiento.

Hablando más llanamente, para que no te pillen en el baño con el móvil, ya que como a muchos nos a pasado, ni los momentos más íntimos nos pertenecen, a veces, a nosotros.

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