Dendrachates o hablemos de ecología

Hoy me he levando por la mañana y me ha sorprendido un sol cegador, me he dispuesto a ver por la ventana lo que sucedía y como siempre, discurría el río corriente abajo dando paso a un tupido manto de vegetación. Los coches circulan por el puente, los autobuses llegan a su hora y aquí estoy, escribiendo sobre los quehaceres naturales del agua, el sol y las personas ¿se os a ocurrido pensar alguna vez sobre como los desechos de unos hacen la vida de otros? Pues a mi sí, los desechos del cielo (agua) dan de comer a las plantas, de las cuales nos alimentamos nosotros, los animales que tenemos y el suelo, para producir energía, combustibles y útiles vegetales, que después aprovecharemos reiteradas veces hasta formar todo lo que damos y quitamos a la naturaleza.

¿Pensasteis alguna vez que la conservación estricta de los entornos ecológicos puede ser contraproducente para los mismos nichos o entornos ecológicos, librándolos del hombre?

En la antigüedad había hombres, los dendrophori, que en su locura por salvar la naturaleza, creyeron que arrancando un árbol del suelo y atándoselo en honor a Silvano, Baco o Ceres, lograrían salvar la naturaleza concienciando a todo el mundo que era algo que competía a todo el mundo y que debía de ser cuidada. El dendrophorus era a lo que hoy llamamos como los modernos ecologistas, esa voz de la conciencia que nos dice que seamos humildes dentro de nuestro derroche y que no gastemos recursos por encima de lo que podemos aprovechar, porque incluso el mismísimo acto de protesta consume recursos naturales.

No estoy a favor ni en contra de la ecología, solo os digo que reflexionéis sobre la piedra Dendrachates, ágata o piedra volcánica con dibujo de árbol, que simboliza que hasta las mismas entrañas de la tierra consumen recursos vivos y que estos no dejan de ser el residuo que después aprovecharán otros seres vivos para su posterior reutilización.

Todos necesitamos de la naturaleza, hasta para escribir esta pequeña reflexión ecologista.

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