Palabras que cambiaron el mundo

"Qué eficacia puedan tener la fuerza y la severidad a la hora de alterar las opiniones de los seres humanos (aunque la historia está llena de casos, y apenas si puede encontrarse un solo ejemplo de doctrinas que hayan sido extirpadas mediante la persecución, como no sea que la violencia haya aniquilado también a quienes profesaban dichas doctrinas) es una pregunta que no quiero que nadie responda sin antes haber mirado dentro de su propia conciencia y haber visto si alguna vez la violencia ha logrado alterar alguna opinión suya; si los argumentos que se esgrimen acaloradamente no han perdido algo de su eficacia y han hecho que la opinión contra la que iban dirigidos se haya afincado aún más. Pues la naturaleza humana se cuida mucho de preservar la libertad de esa parte en la que reside la dignidad del ser humano apenas se diferenciase de una bestia. A quienes en estos últimos tiempos han resistido firmemente la fuerza ineficaz de la persecución y han comprobado cuán poco efecto ha tenido en sus opiniones, y que, sin embargo, están ahora dispuestos a utilizar esa fuerza contra otros, les pregunto si el mayor rigor del mundo podría haberlos llevado a estar siquiera un paso más cerca de abrazar sinceramente y de corazón las opiniones entonces dominantes. Que no digan que esto pasó porque sabían que estaban en lo cierto, pues todo hombre tiene la persuasión de estar en lo cierto. Pero cuán poco de esta obstinación o constancia dependiente del conocimiento se puede ver en esos esclavos de galeras que vuelven de Turquía: yo me atrevería a aventurar, a juzgar por las vidas y los principios de la mayoría de ellos, que, a pesar de haber padecido toda clase de sufrimientos antes que abandonar su religión, no conocían en absoluto la doctrina y la práctica del cristianismo. ¿Quién no se verá inclinado a pensar que estos pobres cautivos, si hubieran renunciado a una religión sobre la que no sabían mucho ni de la que eran especialmente devotos cuando vivían en su país y hubieran sido por ellos liberados de sus cadenas, no habrían degollado a sus crueles amos, contra los cuales no habrían ejercido violencia alguna si hubieran recibido de ellos el trato civilizado que les es debido a los prisioneros de guerra? De lo cual deducimos que sería un intento arriesgado hacer de esta isla nuestra una especie de galera en la que gran parte de su población fuese reducida a la condición de esclavos obligados violentamente a remar en el barco, pero sin recibir parte alguna de la mercancía transportada, ni privilegios o protección de ningún tipo, a menos que fabricasen cadenas para todos aquellos que fueran a ser tratados como turcos, y los persuadieran para que se estuvieran quietos mientras se las ponían. Que los teólogos prediquen cuanto quieran diciéndonos lo que tenemos que hacer: es un hecho sabido que jamás los hombres se han sometido pacíficamente a la opresión ni han dejado que otros les azoten las espaldas, si han pensado que tenían la fuerza suficiente para defenderse" (John Locke; Ensayo sobre la tolerancia, III).

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