Los bulevares

Sobre la resplandeciente acera de escaparates sugestivos,
Derramaba el mediodía el enjambre de pálidas obreras,
Que avanzaban, sueltos los cabellos, en familiares bandas,
Sondeando a los señores bien con sus seductoras miradas.

Caminaba yo, bajo el lejano spleen de algún órgano plañidero,
Entre desnudas arboledas de primaverales languideces,
A la búsqueda de un falso y banal soneto en que unos ataúdes
Charlaban, cuando una carroza fúnebre vi pasar.

Sentí un estremecimiento. -¡Cierto, hombre de genio soy,
Pues he bebido hasta la hez la angustia de la vida!
Pero, si esta tarde muero, ¿quién lo sabrá mañana?

Mi féretro lo saludarán algunos transeúntes, es lo usual;
Algún granuja quizá exclamara: "¡Eh, buen viaje!"
Y todo, aquí abajo y en los cielos, su rumbo proseguirá.

(Jules Laforgue; Los bulevares)

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