Los alimentos y la prudencia

Os digo de primeras, que no es mi intención hacer una exégesis de que alimentos debéis de tomar primero, cuándo o después, lo que voy a poner no es una guía moral de estos ni una serie de pautas (como por ejemplo tienen los Japoneses con lo de no mezclar sake y arroz, en las comidas) sino más bien una serie de pautas de vida, comunes o no, en la mesa relacionadas con la prudencia.

Hablar de alimentos sin una reflexión es cuanto menos peligroso, a quién más y a quien menos le sonarán las palabras de Jesús en la última cena, citando el Salmo 41-10 que dice: "El que come el pan conmigo, se levantará contra mí". Y nunca mejor dicho, ya que como dijo Marco Aurelio, "la mejor defensa es no ponerse a la misma altura que el otro" (libro VI, meditación 6), ya que situaciones nefastas ha habido siempre y desde luego no todo el mundo tiene la suerte de ser, como dice Erasmo, tan tonto para "seguir la marcha a pie cambiado" con otra persona más baja o, porque no, también más alta, en su celebre "elogio a la locura", pero ya se sabe, para la fe del Islam (Sura 10-19), sino hubiera una "palabra previa" del Señor, habría una decisión entorno a esa discrepancia.

Lo mismo se puede decir de las redes sociales, siguen la estructura que dice Lao-Tse (Tao-Te Ching XVI), que quien conozca lo constante será tolerante, será desinteresado, será regio, será celeste, alcanzará el Tao, por ende vivirá mucho tiempo y hasta el fin de su vida nada llegará a alcanzarle. Y ¿qué hay más constante que el buen alimento o elementos que te comes o su preparación? Con especial incidencia hacen mención al conocimiento a través de los alimentos en cuentos hindúes como "el grano de mostaza", en el que se hace referencia a lo imposible de curar a simple vista con un grano de mostaza a cualquier persona que haya sido envenenada, pero si que te servirá compartir mesa con aquellos a los cuales no se les haya muerto ningún familiar por dicho envenenamiento, pues su conocimiento, no solo del limitado grano de mostaza os podrá salvar en más de una ocasión, es como dice la enseñanza Tao, "volver a la raíz o a la quietud del problema".

Como dice Rousseau en su libro III del Emilio: "Ninguna sociedad puede existir sin intercambio, ningún intercambio sin medida común, y ninguna medida común sin igualdad. Por eso, toda sociedad tiene por ley primera alguna igualdad convencional, bien entre los hombres, bien en las cosas" y el mejor sitio para compartir las cosas es la mesa. Si atendemos a libros como el Bhagavad-gita, el cual lo dice claro en su capitulo V: "Quien ha penetrado en los principios de las cosas, iluminado por el yoga, dice: "Yo no obro", y al ver, oír, gustar, sentir, comer, moverse, dormir, respirar, hablar, absorber, arrojar, abrir o cerrar los ojos, sabe que no él, sino sólo sus sentidos, son los que actúan sobre los objetos". Con lo cual obtenemos que la prudencia es el principio clave para los alimentos, ya que un mal paso, como por ejemplo señala Confucio en la analecta 10.13 en lo referido a marcharse antes que los mayores (lo que podría ser marcharse antes de que se termine la misa o antes de haber comulgado) o en tu casa marcharte, de esta, sin fregar los platos, puede desencadenar un conflicto interno de proporciones desaconsejadas, ya que es ahí cuando tus sentidos han de actuar.

Lo que creo que no se debe de hacer es como en la fábula de Esopo de "el niño que comía entrañas", el cual relata un niño que se ceba a carne y entrañas y cuando va a vomitar cree que vomita sus entrañas y su madre le dice que vomita nada más que lo que ha comido, pues sucede lo mismo cuando apostamos por algo que no es nuestro, lo vivimos como si fuera esto de nuestro patrimonio, porque como bien se dice "tres muchos y tres pocos destruyen a los hombres locos: mucho gastar y poco tener; mucho hablar y poco saber; mucho presumir y poco valer".


Especialmente llamativo me pareció el cuento Chino de "el Arroz despilfarrado" que resume toda esta postura entorno al hexagrama 27, Yi o lo que es lo mismo "las comisuras de la boca o alimentar". En este cuento se viene a hablar de un ministro que, en época de las invasiones de los mongoles a China, fue acusado de despilfarrador y corrupto por el pueblo, siendo su principal costumbre tirar el arroz perla (el arroz más valioso de China) por el desagüe, y como un monje chan lo fue recogiendo poco a poco para dárselo de comer en su cautiverio, ya que era costumbre, en aquella época, que solo la gente de la familia (que no tenía) o los que se apiadaban de ellos los alimentaran. Por lo tanto, la prudencia y lo que se acepta, es lo realmente bueno.

He aquí la principal diferencia entre China y el cristianismo, en China se aceptan las cosas por la fuerza de lo que te convenza una lección y nosotros traicionamos por comodidad, siendo nosotros mismos, como Judas, los traicionados por nosotros mismos y al quedarnos sin la fuerza de la palabra de Cristo, necesitamos razones espurias, para confiar en el otro que está a nuestro lado. Y creerme, he comido en muchos comedores, desde bien chico, muchos de ellos cristianos o de tradición Cristiana, en los cuales el "misterio del Cáliz" o simbolismo del sepulcro, lo que es lo mismo que decir, la razón principal de porque un cristiano se sienta a la mesa con compostura, ya no existe en muchos sitios.

Por lo tanto, esa palabra previa que mencioné al principio, esa igualdad en las cosas, esa prudencia sepulcral del Cáliz de Jesús, existe, como dice Rousseau una igualdad legal, pero no material, no existe un respeto a los tiempos de los mayores en la mesa, no se sabe compartir fuera de la familia más estricta y por ende, como bien he dicho en más de una ocasión, si cada vez hay menos familia o comunidad, hay menos igualdad material, dando solo paso a una temporal igualdad legal de tipo convencional, siendo una relación en cuanto a los alimentos y a la prudencia, del estilo Chino, más que otra cosa atípica y solo atendiendo a razones que tiran a la constancia.

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