Dos enseñanzas de autenticidad y abnegación

-Hua Hu Ching XXIII (Lao Tse).

La suprema verdad no puede expresarse en palabras.
Por ello, el maestro supremo no tiene nada que decir.
Simplemente se dona a sí mismo como servicio, y nunca se preocupa.


-Un inocente (historia zen).

Yamamoto Yasuo fue un erudito de la antigua literatura japonesa y un experto en poesía del país. Lamentando el ocaso del culto imperial, escribió un libro llamado "La realidad de los dioses" y se suicidó como señal de protesta.
Hombre rico de elevada posición social, Yamamoto dejó tras de sí cinco hijos cuando murió: cuatro hijos y una hija. Su hijo mayor, un joven de espíritu libre, no tenía deseo de heredar la fortuna de su familia. Abandonándolo todo, dejó su hogar para estudiar zen, cambiando su nombre por el de Gran Loco.
A la edad de veintidós años, el joven mendicante salió de viaje para buscar a un instructor. Habiendo encontrado a un Maestro zen que podía guiarlo, alcanzó la maestría de la enseñanza en pocos años de trabajo intensivo.
Después salió a viajar de nuevo, acudiendo a Maestros zen por todo el país, buscando más iluminación. Pasaron más de veinte años antes de que regresase a su provincia natal, donde construyó una cabaña. Era tan pobre que llevaba una túnica hecha de parches, vivía de gachas y no tenía ningún bien, excepto un único cuenco que utilizaba para todo: desde hacer pasta de judías y cocinar las gachas, hasta lavarse las manos y los pies.
Este Maestro zen adoraba jugar con los niños. Allí donde fuese, reunía a un grupo para jugar al balón o al escondite. Una vez, cuando el Maestro estaba jugando al escondite, los niños se fueron a casa dejándolo donde estaba. Estuvo con los ojos cerrados hasta que cayó la noche, cuando alguien finalmente le preguntó qué es lo que estaba haciendo. Respondió que estaba jugando al escondite con los niños y esperando que alguien le encontrase. Ni siquiera se dio cuenta de que le habían gastado una broma.
Una vez, alguien le preguntó por qué le gustaba jugar con los niños. El Maestro dijo: "Me gusta su autenticidad, su ausencia de falsedad". Como calígrafo famoso, con frecuencia venían a buscarlo y pedirle que escribiese, pero solía rechazar esta petición si no se sentía bien con la persona. Sin embargo, siempre que los niños le pedían escribir algo, tomaba contento su pincel.
El Maestro solía decir a la gente: "Hay tres cosas que me disgustan mucho: la poesía de los poetas, la escritura de los escritores y la cocina de los cocineros".

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