Wen Tzu (II)

(1) "Lao Tse dijo:
Existe algo, un todo indiferenciado, que nació antes de los ciclos y la tierra. Sólo tiene imágenes abstractas, ninguna forma concreta. Es profundo, oscuro, silencioso, indefinido; no oímos su voz. Asignándole un nombre, lo llamo el Camino.
El Camino es infinitamente elevado, insondablemente profundo. Abarcando el cielo y la tierra, recibiendo de lo que no tiene forma, produce una corriente que fluye intensa y ampliamente sin desbordarse. Opaco, se sirve de una clarificación gradual mediante la calma. Cuando se aplica, es infinito y no tiene día ni noche; pero cuando es representado, ni siquiera llena la mano.
Es reducido, pero puede expandirse; es oscuro, pero puede iluminar; es flexible, pero puede ser firme. Absorbe lo negativo y emite lo positivo, manifestando así las luces del sol, la luna y las estrellas.
Gracias a él son altas las montañas, son profundos los océanos, corren los animales, vuelan los pájaros. Gracias a él vagan los unicornios, remontan el vuelo los fénix, siguen su curso las estrellas.
Garantiza la supervivencia mediante la destrucción, la nobleza mediante la bajeza, y el avance mediante la retirada. En la antigüedad, los Tres Augustos alcanzaron el orden unificador del Camino y permanecieron en el centro; sus espíritus vagaron con la Creación, y así reconfortaban a todo el mundo en los cuatro cuadrantes.
De esta manera, el Camino produce el movimiento de los cielos y la estabilidad de la tierra, girando incesantemente como una rueda, fluyendo sin cesar como el agua. El Camino se encuentra en el principio y en el fin de las cosas: cuando se levanta el viento, se condensan las nubes, ruge el trueno y cae la lluvia, responde como un concierto sin fin.
Devuelve lo esculpido y lo pulido a la simplicidad. No se las ingenia para expresarlo, sino que comunica virtud. Conlleva en sí una felicidad pacífica que no tiene orgullo, y así alcanza la armonía.
Existen infinitas diferencias cuando el Camino facilita la vida: armoniza la oscuridad y la luz, regula las cuatro estaciones y armoniza las fuerzas de la naturaleza. Humedece el mundo vegetal, impregna el mundo mineral. Los animales salvajes se hacen grandes, sus pieles lustrosas; los huevos de los pájaros no se rompen, los animales no mueren en el seno materno. Madres y padres no sufren la pena de perder a sus hijos, los hermanos no experimentan la tristeza mutuamente. Los niños no quedan huérfanos, las mujeres no enviudan. No se ven signos atmosféricos del mal agüero, no se producen robos y bandolerismo. Todo esto es aportado por la virtud interna.
El Camino natural incesante da nacimiento a los seres, pero no los posee; engendra la evolución, pero no la gobierna. Todos los seres nacen dependientes de él, pero ninguno sabe cómo agradecérselo; todos mueren a causa de él, pero ninguno puede quedar resentido por ello. No se enriquece por el almacenamiento y la acumulación, ni se empobrece por el desembolso y el disfrute.
Es tan inasible e indefinible que no puede ser imaginado; no obstante, aunque sea indefinible e inasible, su función es ilimitada. Profundo y misterioso, responde a la evolución sin forma; triunfante y efectivo, no actúa en vano. Se enrosca y se desenrosca con firmeza y flexibilidad; se contrae y se expande con oscuridad y luz".

(2) "Lao Tse dijo:
El estado de sabiduría no tiene nada que ver con el gobierno de los demás, sino que es un asunto de ordenarse a sí mismo. La nobleza no tiene nada que ver con el poder y el rango, sino que es una asunto de autorrealización; lograr la autorrealización, y el mundo entero está dentro de uno mismo. La felicidad no tiene nada que ver con la riqueza y la condición social, sino que es un asunto de armonía.
Quienes saben suficiente para disminuir la importancia del yo y considerar la ligereza del mundo están próximos al Camino. Por ello he dicho: "Alcanzando el extremo del vacío, conservando la calma definitiva, mientras millones de seres actúan en concierto, de ahí observo el retorno".
El Camino moldea a miríadas de seres, pero continúa sin tener forma. Silencioso e inmóvil, abarca totalmente lo desconocido indiferenciado. Ninguna vastedad es suficientemente grande para estar fuera de él, ninguna cosa diminuta es suficientemente pequeña para estar dentro de él. Carece de morada, pero da origen a todos los nombres de lo que existe y de lo que no existe.
Las verdaderas personas lo encarnan a través del vacío abierto, facilidad ecuánime, inteligencia clara, flexibilidad elástica, pureza no adulterada y simplicidad llana, sin enredarse en las cosas. Su virtud perfecta es el Camino del cielo y de la tierra, por ello son llamadas verdaderas personas.
Las verdaderas personas saben cómo disminuir la grandeza del yo y la pequeñez del mundo; estiman el autogobierno y desdeñan gobernar a los demás. No permiten que las cosas perturben su armonía, no dejan que sus deseos molesten sus sentimientos. Ocultando sus nombres, se esconden cuando el Camino está en acción y aparecen cuando no lo está. Actúan sin argucias, trabajan sin esfuerzo y saben sin intelectualizar.
Apreciando el Camino del cielo, aceptando el corazón del cielo, respiran la oscuridad y la luz, exhalando lo viejo e inhalando lo nuevo. Se cierran junto con la oscuridad y se despliegan con la luz. Se enrollan y se desenrollan con firmeza y flexibilidad, se contraen y se expanden con oscuridad y luz, tienen la misma mente que el cielo y el mismo cuerpo que el Camino.
Nada les complace, nada les produce dolor; nada les da placer, nada les disgusta. Todas las cosas son misteriosamente lo mismo; no hay nada correcto ni equivocado.
Quienes son físicamente heridos por las torturas de las condiciones climáticas extremas se encuentran con que el espíritu es sofocado cuando el cuerpo está exhausto. Quienes son herido psicológicamente por las aflicciones de las emociones y de los pensamientos se encuentran con que el cuerpo es abandonado cuando el espíritu está exhausto. Por ello, las verdaderas personas vuelven deliberadamente a la esencia, confiando en el apoyo del espíritu, y alcanzando de esta manera la plenitud. Así pues, duermen sin sueños y se despiertan sin preocupaciones."

(Lao Tse; Wen Tzu nº1 y 1bis).

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