Amigos desde el corazón

Hace tiempo fui ingenuo al creer que la misma fuerza de voluntad que tenía a los demás me sería devuelta de alguna manera, pero no, vivo en un lugar donde la ingratitud es piedra de toque. La veo en las calles, en las noticias de mis allegados, en los canales de información y en los que se hacen llamar mis amigos.

Tengo mucho tiempo cumplido, pero es costumbre, aquí, alargar las conversaciones y ocultar los sentimientos ¡maldita sea si así vas a conseguir algo! Lo que veo son orgullosos caras-largas, los cuales hacen malabares con sus deseos para que no se vayan todos al traste. Que estruendosa sinfonía de silencio e incomodidad, que genera ese falso deseo aprendido de tener a la gente en vilo para tus quehaceres.

El interés se construye paso a paso, si mueves mal una pieza se va todo al traste, si dejas de actuar la sinergia se pierde.

¿Cómo puedes apasionar a alguien sin dormirte en su mano?

No voy a hablaros de filosofía en estos momentos, la filosofía hay veces que hay que hacerla con la cabeza y otras tantas veces con el alma. Mi alma me pide hablar.

¿Tiene alma aquel que ya no mueve nada?

He visto auténticos muertos vivientes por las calles, aquellos que no tienen otra ocupación mejor que darle a la sinhueso. Yo sin embargo hago algo y me duele en el alma todos aquellos que solo saben reconocer el honor, cuando no hay honor en la nueva vida, ni honor en la muerte hasta que no te lo concedan. Mi muerte me pide condenar.

¿Quién no condena las salvajadas es un abyecto?

Dame una razón para condenar todas las formas malvadas y te concederé la gracia de ser el que las ponga en cuestión. La maldad es exclusión, cansancio, pesar y arrogancia. No tengo ganas de pronunciar.

¿A quién echamos la culpa de los males?

Antes había más solemnidad a la hora de echar la culpa a algo determinado, ese deporte extremo, que era la inculpación de determinadas conductas, está mal visto según en que escenario te veas. La culpa la tiene la cerrazón, la agonía, la broma y el acto alocado. Todo eso a lo que vamos hoy día.

¿A qué vamos hoy día?

A perdernos, a condescendernos hasta el infinito, a aguarle la fiesta a pobres incautos, a echar limón y vinagre sobre las heridas, darnos palmaditas en la espalda por lo genial que no lo hemos hecho.

No quiero vivir en este mundo donde la emoción suplante a la experiencia, la amistad a la habilidad y el intrusismo a la mediocridad.

¡No quiero ser tu amigo desde el corazón!

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