Kilidi y las monedas de oro

"El maestro sufi Kilidi descubrió que muchos de sus discípulos pasaban gran parte de su tiempo difundiendo historias sobre sus sorprendentes virtudes y su misterioso poder de anticiparse a los pensamientos y a las necesidades de aprendizaje de sus discípulos.
Él les reprochaba una y otra vez, pero la tendencia humana a vanagloriarse de alguien al que se sirve o se admira era demasiado fuerte para ellos. Un día les advirtió: "A menos que abandonéis esta costumbre, que no sólo me tiene todo el día rodeado de mirones, sino que además me impide impartiros más conocimientos, me veré obligado a daros un ejemplo que hará que no os guste. Podría haceros el hazmerreír por haberme seguido".
Como esta advertencia no produjo el efecto deseado, poco después y en presencia de numerosos discípulos y de un gran público, Kilidi dio cien monedas de oro a un mendigo que pasaba.
No pasó mucho tiempo, cuando el mendigo regresó con el oro afirmando:
"Este oro no me ha hecho ningún bien. Mi mujer dice ahora que ella debe tener la mitad, o que debería recibir de ti la misma cantidad, puesto que es tan pobre como yo".
Kilidi tomó el oro y se lo llevó a uno de los ricos que estaban presentes diciendo:
"Vosotros, ricos, no sufráis por vuestro dinero".
Al mendigo le dijo:
"Ahora has regresado a tu estado anterior, vuelve a emprender tu habitual relación armoniosa con tu esposa".
Volviéndose a sus discípulos, les dijo:
"Ahora podéis ver que Kilidi comete errores, y el mundo es igualmente testigo de ello"".

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