Modos de morir

"Sólo se puede morir una vez,
pero hay muchas formas de morir".

Mi suegra murió cuando nuestros hijos tenían 6 y 4 años. Habíamos compartido la casa desde antes de que ellos nacieran. Cuando se jubiló empezó a adelgazar y lo atribuyó a que tenía más oportunidades de caminar. Sin embargo, eso no fue mucho antes de que le diagnosticaran un cáncer de estómago inoperable y le dijeran que le quedaban tres meses de vida. Con una obediencia que era tan asombrosa como muy poco característica de ella, murió tres meses después de ese día. Se mostró muy valiente y sincera a la hora de distribuir regalos en dinero en efectivo entre sus muchos amigos para que la señora Thatcher no pudiera ponerle las manos encima. Los niños reaccionaron de manera muy diferente ante su enfermedad. La niña de 6 años se trepaba a la cama de la abuela, la ayudaba a lavarse y le leía relatos. El menor, un varón, parecía asustado ante los cambios que veía y se mostraba mucho más tímido. Poco tiempo después de su muerte, llevamos a los niños a ver la película Super-man. En una de las escenas iniciales el padre de Clark Kent se desploma y muere como consecuencia de un ataque cardíaco en el predio de la granja, mientras el resto de la familia desayuna. Nuestro hijo se inclinó y con un susurro audible declaró que quería que su muerte fuera como ésa. Había visto y comprendido que la muerte repentina es más fácil para el que muere, si bien más difícil para los que sobreviven, mientras que suele suceder lo contrario en el caso de una muerte más lente y dilatada, como la de su abuela.
La novelista Mary Wesley llegó a una conclusión similar [...].
Se trata de una opinión que se escucha con frecuencia pero que, si se analiza con mayor detenimiento, puede ser considerada una manifestación más de la negación de la muerte característica de la sociedad contemporánea. La convicción de que una muerte repentina es mejor para el que muere supone no conceder valor alguno a las oportunidades que brinda una enfermedad terminal, cuyas ventajas comprenden la posibilidad de dejar los propios asuntos en orden, de contribuir a la planificación del propio funeral, de compartir y revivir recuerdos, de despedirse, de personar y hacerse perdonar y de decir lo que debe ser dicho:

Debemos hablarnos todo lo que podamos.
Cuando uno de nosotros muera, habrá cosas de
las que otro nunca podrá hablar con nadie más.

[...] Morir nos da la oportunidad de completar la vida, una muerte repentina es algo extraño y trunco, y es tal vez ese sentido de algo incompleto lo que agrava la angustia de quienes sobreviven. Con el tiempo, espero convencer a mi hijo de que reconsidere su posición.
En su poema "The dead", Miroslav Holub [...].
A primera vista, Holub parece argumentar en favor de una muerte repentina, pero el primer protagonista ya está enfermo y eso parece más un argumento sobre la necesidad de vivir al límite y de abusar de nuestra salud en lugar de protegernos para vivir la mayor cantidad de tiempo posible. Es otra propuesta de priorizar la forma en que se vive y no la duración de la vida.
La muerte forma parte de la vida y es parte del relato de una vida. Es la última oportunidad de hallar un significado y de dar un sentido cohetente a lo que pasó antes:

[...]

Hallar sentido en el relato de una vida es un acto de creación.

[...]

[...]

El sentido se construye a partir del recuerdo y de la imaginación, [...] Giambattista Vico, y que se diferencia de saber algo o de saber qué forma:

"El principio central de que es la última demanda de Vico a la inmortalidad: el principio de acuerdo con el cual el hombre puede entenderse a sí mismo porque entiende, en el proceso, su pasado; porque es capaz de reconstruir imaginativamente (en frase de Aristóteles) lo que hizo y lo que sufrió, sus esperanzas, deseos, esfuerzos, sus actos y sus obras, tanto las propias como las de sus prójimos".

Todos los días cada uno de nosotros selecciona, y hace explícitas, percepciones que experimenta a partir de una miríada de sensaciones, pensamiento y sentimientos. Esas percepciones se fijan en la memoria y se las usa para crear un relato de ese día y, de manera acumulativa, el relato de una vida.

Saber y no decir.
Es así como se olvida.
Lo que se expresa se fortalece.
Lo que no se expresa tiende a la inexistencia.

La coherencia, la dignidad y el significado que contiene el relato acumulado le permiten al protagonista morir con un sentido de valor y de realización. Eso tal vez explique porqué, al final de la vida, es tan importante volver a contar y revivir los hechos notables y por qué, tanto para la persona moribunda como para quienes la sobrevivirán, hablar de acontecimientos pasados y volver a mirar fotografías compartidas ofrecen un real y auténtico consuelo. familiares y amigos pueden continuar el relato incluso una vez que la persona está demasiado débil como para contribuir, y hacerlo proporciona consuelo a todos.

"La verdad crece en nosotros de forma gradual, como un músico que toca una pieza una y otra vez hasta que de pronto la escucha por primera vez".

Tal vez lo que necesitemos sea una versión secular del antiguo rito de escuchar una confesión, imponer una penitencia y conceder la absolución. Ello podría proporcionar la oportunidad de reexaminar una vida y de elaborar un relato, de mitigar los malos recuerdos y permitir expresiones de arrepentimiento y perdón. La liquidación sumaria, la cancelación de todo sentido de la vida en su integridad, se volvió endémica, y tanto la vida como la muerte son más pobres debido a ello.

(Dra. Iona Heath; Ayudar a morir).

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