Virtud, ¿por qué los libros modernos en occidente parecen casi paja?

"Entonces me preguntó: "¿Pero, teniendo tú tantos libros, ¿cuáles vienes a buscar aquí?". "He venido -le dije- a llevarme ciertos comentarios de Aristóteles, que sé que están aquí, para leerlos ahora que tengo tiempo libre, cosa que rara vez me sucede." "¡Cuánto me agradaría -dijo- que te hubieras inclinado a los estoicos! Pues si hay alguien a quien corresponda considerar la virtud como el único bien, ése eres tú." "Más bien te convendría a ti -le respondí-, puesto que, en realidad, pensamos del mismo modo, no poner nombres nuevos a las cosas. Pues estamos de acuerdo en la doctrina; es nuestro lenguaje el que discrepa." "De ninguna manera -replicó él- estamos de acuerdo en la doctrina. Pues, desde el momento en que dices que algo fuera de lo moral es deseable y lo incluyes entre los bienes, extingues la moralidad misma, que es como la luz de la virtud, y arruinas la virtud desde sus cimientos." "Magnificas palabras son ésas -dije yo-, pero ¿no ves que esta magnificencia del lenguaje te es común con Pirrón y Aristón, para quienes todo es igual? Me gustaría saber qué piensas de éstos." "¿Quieres saber lo que yo pienso? Que los hombres virtuosos, fuertes, justos, moderados, de quienes hemos oído hablar o a quienes hemos conocido nosotros mismos y que sin la enseñanza de ningún maestro, siguiendo a la naturaleza misma, llevaron a cabo muchas empresas laudables, fueron mejor instruidos por la naturaleza que hubieran podido serlo por la filosofía, si hubieran seguido alguna otra que no considerase lo moral como el único bien y lo vergonzoso como el único mal. Los demás sistemas filosóficos, unos sin duda en mayor medida que otros, pero en suma todos los que incluyen entre los bienes o los males alguna cosa carente de virtud, opino que no sólo no nos ayudan nada ni contribuyen a que seamos mejores, sino que corrompen la naturaleza misma. Pues si no se mantiene firmemente que sólo es bueno lo que es moral, de ningún modo podrá demostrarse que la felicidad es hija de la virtud. Y en tal caso no sé por qué íbamos a esforzarnos en cultivar la filosofía. Porque, si es posible que un sabio sea desgraciado, creo que esa virtud tan famosa y celebrada no merece gran estima."
"Lo que has dicho hasta ahora, Catón, podrías decirlo igual si fueras seguidor de Pirrón o de Aristón. Pues no ignoras que, para ellos, esa virtud no es sólo el supremo bien, sino, como también tú pretendes, el único; y, si es así, se sigue lo mismo que tú sostienes, que todos los sabios son siempre felices. ¿Apruebas, pues, a estos filósofos y piensas que debemos seguir su parecer?" "De ningún modo -contestó- debe seguirse. Porque, siendo propio de la virtud elegir las cosas que son conformes a la naturaleza, quienes las igualan todas de manera que se inclinan del mismo modo a entrambas partes sin hacer elección ninguna, destruyen la virtud misma." "Dices muy bien -le respondí-. Pero me pregunto si no vas a llegar tú al mismo resultado afirmando que no es bueno sino lo que es recto y moral y suprimiendo toda distinción entre las demás cosas." "Así sería -dijo-, si la suprimiera; pero la mantengo." "¿Cómo? -repuse-. Si sólo la virtud, si sólo lo que llamas moral, recto, laudable, hermoso (pues se conocerá mejor su naturaleza designándolo con varios vocablos que significan lo mismo), si sólo eso, repito, es el bien, ¿qué otra cosa habrá que puedas seguir? Y si nada es malo sino lo vergonzoso, inmoral, deshonroso, depravado, infamante, indigno (para hacerlo también claro con muchos nombres) ¿Qué dirás que se debe evitar fuera de esto?" "Puesto que no ignoras -contestó- lo que voy a decir, sino que deseas, según sospecho, aprovechar algo de mi breve respuesta, no voy a contestarte a cada cuestión en particular; más bien, puesto que tenemos tiempo libre, te expondré en su totalidad, si no te parece inoportuno, la doctrina de Zenón y de los estoicos." "De ninguna manera me parece inoportuno -repliqué, y tu explicación será muy útil para esclarecer las cuestiones que indagamos." "Intentémoslo, pues -dijo-, aunque esta doctrina de los estoicos es algo difícil y oscura. En otro tiempo no parecían aceptables en griego para expresar nuevos conceptos estos mismos términos que ahora el uso prolongado ha hecho familiares: ¿qué crees que ocurrirá en latín?" "Es muy sencillo -respondí- Pues si a Zenón cuando había encontrado algún concepto nuevo le fue permitido ponerle un nombre que hasta entonces no se había oído, ¿por qué no le ha de ser permitido a Catón? Por otra parte, tampoco será necesario traducir palabra por palabra, como suelen hacer los traductores inelocuentes, cuando exista una palabra más usada que signifique lo mismo. En realidad, yo suelo incluso expresar con varias palabras, si no puedo hacerlo de otro modo, lo que los griegos dicen con una sola. Y, sin embargo, creo que se nos debe permitir el uso de un término griego si alguna vez no encontramos el equivalente latino, a no ser que puedan usarse ephíppia (sillas de montar) y acratophóra (frascos para vino puro) y no proegména y apoproegména, aunque estos últimos pueden traducirse bien por "cosas preferidas" y "cosas rechazadas"." "Haces bien en ayudarme -dijo-. De los términos que acabas de citar, usaré preferentemente los latinos; en los demás acudirás en mi ayuda, si me ves atascado." "Lo haré con mucho gusto. Pero "la fortuna ayuda a los valientes". Así pues, inténtalo, por favor. ¿A qué ocupación más excelsa podemos entregarnos?""

(Cicerón; Del supremo bien y del supremo mal, libro III, 3 -10 a 16-).

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