La gata

Miguel Vilches García y sus amigos habían llegado a Granada desde Motril una mañana de principios de noviembre de 1885. Fue un corto viaje para arreglar unos asuntillos. Después de cumplidas sus obligaciones, ya por la tarde, decidieron irse de tapas por el centro de la ciudad. La tarde fue transcurriendo entre copas y tapas, y sin apenas darse cuenta, se les echó la noche encima. Bien entrada la madrugada, a eso de las seis y media de la mañana, Miguel, en compañía de sus dos amigos decidió acabar la noche visitando una casa de reputada fama en el oficio del amor que conocía cerca de la plaza de La Mariana. Llegaron a la puerta y al verla cerrada, Miguel llamó golpeando la puerta con una piedra de grandes dimensiones. Al oír los golpes, se asomó al balcón la dueña de la casa, conocida por el sobrenombre de "la Gata".
-¿Qué manerah so'nesah de llamáh? -le gritó la Gata- ¿ehto no son horah de veníh aporreando una puerta con tanta duresa?
-No te digo con qué ehtoy aporreando la puerta porque no te lo vah a creéh -le contestó Miguel, que siguió con su perorata-. Como no me abrah, ahora mihmitico tiro la puerta abaho.
-Si no te vah de ahí te tiro un tiehto -le contestó la Gata.
-Tíralo, si t'atreveh -replicó desde abajo Miguel.
La contestación no se hizo esperar mucho. Un instante después, un pipote de barro lleno de agua voló desde el balcón, cayendo sobre la cabeza de Miguel, que se desplomó en tierra con el cráneo dividido en dos partes como una sandía.
Los que acompañaban a Miguel en esta triste aventura, al ver la situación, salieron "echando hohtiah" del lugar poniendo tierra de por medio.
Las autoridades, que no tardaron en presentarse, procedieron a levantar el cadáver, que fue conducido al hospital. A la Gata y sus "gatitas" las llevaron a prisión.

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